viernes, 24 de abril de 2015

ENRAIZANDO EN EL BARRIO

El pasado domingo celebramos el ya aclamado 5x5=35, y lo hicimos inaugurando el huerto y animando al vecindario a formar parte del proyecto hortícola que recién empieza en el ala este de Cerro de la Plata (en el ala oeste ya tenemos experiencia).


El día empezó cargado de una típica incertidumbre primaveral: el tiempo meteorológico y  unos posibles chubascos débiles. Por fortuna, cuando cada uno de nosotros descorrió las cortinas y observó un sol radiante, no dudó en bajar al huerto, y así fue como  con el paso de los minutos se iba produciendo un goteo incesante de gente. 


Visto desde fuera el movimiento era continuo y un tanto caótico, pero cuando se lograba dar el paso e introducirse en la actividad de la huerta, todo cobraba un orden relativo. Podríamos dividir ese orden en:

Constructores de bancales: se caracterizaban por ser un grupo diverso, desde personas rudas con grandes mazos y martillos que golpeaban sin descanso, a otras que, lápiz, nivel y metro en mano, comprobaban con meticulosidad la estructura.









Pintores con buena letra: esencialmente eran los jóvenes fichajes de este nuevo espacio los encargados de demostrar que los cuadernillos Rubio son eficaces. Ninguna hortaliza fue olvidada y todas posarán con su flamante cartel en un futuro no muy lejano.












Serradores coordinados: los principales proveedores de los constructores de bancales. Su actividad requería de un trabajo en equipo basado en la “solidaridad del dolor de bíceps”. Cuando uno estaba dolorido, se producía un cambio, por lo que el serrador se convertía en sujetador y viceversa, una tradición ancestral en Adelfas.




Miradores profesionales: algunos eran forzados, pues no encontraban la manera de integrarse en alguna de las actividades anteriores; otros eran forzudos, pues luchaban por mantener el corrillo de diálogo con el resto de miradores, haciendo oídos sordos a las propuestas de trabajo comunitario.






Cocineros sonrientes: probablemente la agrupación con mayor responsabilidad sobre sus hombros: alimentar a todos los grupos anteriores, quienes según avanzaba la mañana y por consiguiente, el nivel de sus rugidos estomacales, olisqueaban el aire que provenía del viejo huerto intentando identificar el poderoso aroma de la paella. Aún así, este equipo no perdía ni la sonrisa, ni la concentración (no hubo que lamentar la pérdida de ningún dedo).


Y mientras toda esta gente estaba ocupada en sus tareas, a veces, si eras discreto, podías observar a un grupo de personas que parecían tramar algo, se veía en su mirada, esa forma de contemplar aquella triste pared gris no era normal. Así, en un abrir y cerrar de ojos, perfilaron una palabra en aquel muro. Y entonces una sensación invadió al resto de gente que allí se congregaba. Todas y todos sintieron la necesidad de colorear aquel muro y con alegría fueron cada uno a su manera poniendo su rúbrica de color en la pared. 




Era usual ver gente que parecía estar abstraída observando cómo el gris se transformaba en verde, amarillo, naranja, morado, azul… Hasta que alguien, elevando su voz desde el ala oeste, gritó “¡A COMEEEEEER!” y entonces hubo una reacción en cadena de cientos de personas que salieron disparadas. No tardaron en formarse aglomeraciones en torno a la paella (con pollo o vegetariana), que estuvo bien regada con una sabrosa sangría.


Los cientos de personas  (y no es que nos hayamos venido arriba con las estimaciones de asistencia) disfrutaron de la comilona formando corrillos en los que predominaban las caras sonrientes y donde se comentaba la belleza del día, el placer de ver a vecinas y vecinos del barrio y de todo Madrid, trabajar juntos con la ilusión por crear un espacio para todos ellos; un lugar donde el verde de las plantas y el marrón de la tierra son los colores primarios, donde la comunidad se reúne, donde hay espacio para tod@s; un lugar ganado al barro y a los coches; un lugar recuperado por y para el vecindario. 


Mientras comiamos, algunos vecinos fueron entrevistados con una pequeña pregunta: “Dentro de tres años, que ves en este huerto?” Las respuestas abarcaron tanto lo literal como lo metafórico. “Vemos vida, gente, arboles, y tomates” dijeron unos. “Veo un huerto en pleno funcionamiento y un lugar de encuentro y cooperación” dijo otra. Otro simplemente notó “el cambio de coches y metal a verde.”  



Con el estomago lleno y entretenidos por agradables conversaciones, costó retomar las tareas. Hubo quien se escaqueó de recoger, o quien con motivo de bajar al Seco a dejar unas sillas se quedó a bailar un poco de funky con Elisa. La gran mayoría se dispuso a terminar el mural al que, poco a poco y con paciencia tod@s dimos nuestras pinceladas blancas para remarcar RAÍCES.


Era emocionante ver cómo a cada segundo se distinguía con mayor claridad la palabra. El sonido de una radio portátil, una de esas añejas de pilas y con antena, hacía compañía y marcaba el ritmo de los brochazos. No había mucha conversación, pues la belleza del momento nos mantenía absortos mirando a los pintores y observando a nuestro alrededor.




Una vez completadas las RAICES, los que aún quedábamos por allí remoloneando, seguimos conversando. Lo hacíamos cerca de un muro que antes fue gris y frío y que ahora se había vuelto cálido y acogedor. Las palabras surgían una detrás de otra, no por tratar grandes temas o por ser fuente de un nuevo conocimiento, hablábamos porque era la mejor manera de mantenernos en el nuevo huerto comunitario del barrio, intentando evitar salir de ese espacio que tantas alegrías nos había dado a lo largo del día. Una sensación que nos es conocida y familiar, que nos recorre por dentro cuando terminan las fiestas del barrio.

Como acto de clausura de la jornada nos hicimos una foto en la que decíamos NO al TTIP y NO a los transgénicos. Completaba la escena una nueva pared de fondo cuyo lema (RAÍCES) contrapone claramente lo que propone el TTIP y los transgénicos.  Ellos nos ofrecen nuevos horizontes mercantiles para buscar el crecimiento económico a toda costa, sin embargo, aquí preferimos crecer de manera autóctona y desde nuestras raíces, cultivando las relaciones entre las personas y las hortalizas. Como dicen nuestros huertanos escritores: desde el Huerto Urbano Comunitario de Adelfas reivindicamos la huertopía, un lugar en el que los huertos echan raíces en el corazón de las ciudades.


En la zona de huertas de Adelfas seguiremos atareados y recordaremos con gran felicidad este día, a la espera de que el año que viene celebremos un aniversario redondo, el 6x6=36!!  

1 comentario:

  1. Holaaaa!!
    ¿Os reunís todos los domingos en el huerto?
    SOmos vecinos de Moratalaz y nos encantaría ir a conoceros y participar... ¡mañana mismo, después de votar!
    Salud!

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