martes, 29 de octubre de 2013

Habas y Sardinas

El domingo los vecinos y vecinas del barrio, después de comprobar que las manillas de sus relojes coincidían con las del meridiano de Greenwich y que el tiempo acompañaba decidieron disfrutar de un agradable día de campo.  No sintieron la habitual pereza dominical, no fue necesario coger el coche, todo parecía sencillo. Dando un paseo llegaron a ese pequeño reducto llamado huerto que aunque rodeado de asfalto, cemento coches y trenes, parece aislado de todo eso.


Una vez dentro, lo que a simple vista parece un recodo recóndito se convierte en un amplio terreno. Un lugar donde niños, jóvenes y mayores corretean de un lado a otro en busca de una tarea. Donde lo normal es verte involucrado en una plantación de habas, a continuación en la construcción de un bancal o pintando un mural-pizarra de estilo abstracto. 


De repente, mientras te encuentras embadurnado de pintura te llega un olor muy peculiar, como a mar. No recuerdas la existencia de ninguna playa en las cercanías pero alzas la cabeza y descubres que un grupo de sardinas que pasaban por el huerto se han puesto a descansar al calorcito de la plancha.


La hora de la comida reunió a todas las hortelanas y hortelanos que con fruición fueron acabando la resistencia sardinista. Al principio con gran rapidez y al final con dificultad pues la sal había coagulado la sangre de los contendientes. A pesar del empacho generalizado los postres fueron acogidos con vítores. ¡UNION! ¡ACCIÓN! ¡INDIGESTIÓN!


Tras la sobremesa de rigor, recoger y retomar el trabajo fue una tarea peliaguda. Poco a poco  el huerto fue quedando ordenado y engalanado para el otoño. El atardecer anunció la conclusión de la Jornada de Huertas Abiertas y  cada cual al llegar a su casa midió el volumen de su panza, la pringosidad de sus manos y la longitud de su sonrisa, sin lugar a dudas había sido un gran día de campo.

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